Osasuna no se rinde

No hace ni 20 días la sanción de la UEFA intentaba robar el protagonismo al momento más importante de los Sanfermines, el chupinazo. Osasuna era el encargado de encender la mecha de ese cohete con el que arrancan las fiestas más televisadas del mundo, pero en las caras del presidente del club, del entrenador y de algunos de los jugadores que estaban en ese salón que hay en la última planta del Ayuntamiento había cierta sensación agridulce: habían firmado la mejor temporada deportiva de la historia reciente, tenían el honor de salir al balcón del Ayuntamiento para lanzar el chupinazo, pero les vetaban volver a jugar en una competición europea casi 10 años después. Y la noticia, que la habían conocido pocos días antes, había caído como un mazazo en el club, en la afición y en la ciudad.

Aquel día me tocó entrevistarlos, minutos antes de salir al balcón, y su lema era el mismo: “Osasuna no se rinde”. Abajo, en la plaza del Ayuntamiento, entre esa marea de pañuelos rojos que se extiende por la ciudad antes del chupinazo, se había visto alguna que otra pancarta señalando a la UEFA, llamándola mafiosa. Y en una plaza en la que cada 6 de julio se ha visto de todo, aquella pancarta recogía parte del enfado de una afición que no entendía esa sanción tan injusta. Tanto el presidente de Osasuna, Luis Sabalza, como el entrenador, Jagoba Arrasate, intentaban no caer en la provocación, hablaban de paciencia, de justicia y admitían que todo podía pasar, pero que las ganas y la lucha de ese equipo seguían. Habían recurrido la decisión y confiaban en que, al final, se hiciera justicia.

Pues bien, la alegría plena que no pudieron desplegar ese 6 de julio se desató ayer cuando llegó la resolución del TAS: Osasuna podría jugar en la Conference League. Lo que hiciera la anterior directiva hace casi 10 años, algo por lo que ya fue juzgada y sancionada, no podía influir en un equipo que había demostrado coraje en el campo y lealtad en el juego. Lo que hicieran otros en el pasado no podía condicionar el futuro de ese equipo que quiere seguir haciendo historia, que quiere seguir regalando a la ciudad momentos de euforia, como la final de la Copa del Rey, con cientos de aficionados viajando hasta Sevilla para empujar a su equipo. Pamplona ama a su equipo y eso se nota en cada partido, en cada victoria y también en cada derrota.

Y a todos esos chavales que nunca habían visto a Osasuna jugando con los grandes, se les debía ese sueño. Poder sentarse la próxima temporada con los colores de los rojillos frente al televisor, soñando con más victorias, con más celebraciones en la Plaza del Castillo. Poder decir con orgullo que ellos son de Osasuna, ese equipo que nunca se rinde y que ayer logró una gran victoria, no en el campo, sino en los despachos. La próxima temporada habrá algún que otro chico que, sin estar en Pamplona, empujará a ese equipo a seguir soñando con ser más grandes aún. Enhorabuena.