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Ricky Rubio, la vida de un genio precoz marcada por una tragedia que le cambió

Written by on January 6, 2024

Cuando en el barrio se cambian cromos o se colocan dos mochilas para montar la mejor portería posible, Ricky Rubio ya caminaba por el Masnou con una pesada mochila a su espalda, cargada ella de toneladas de presión. Allá por el 2000, cuando todo iba a cambiar, el chico no tenía ni diez años y un augurio que nunca lo abandonaba, futura estrella del baloncesto.

Su camino de baldosas doradas siguió la dirección esperada. Un debut precoz, más que ninguno: el 15 de octubre de 2005, “acojonao”, como confesaría después, se ponía la camiseta del Joventut con 14 años, 11 meses y 24 días. Un partido inolvidable: una canasta para forzar la prórroga, 51 puntos, 24 rebotes y 12 asistencias para darle a España el Europeo cadete un 20 de agosto de 2006. Y un viaje a las Américas: el 26 de diciembre de 2011 ya era jugador de la NBA de pleno derecho.

Y allí, siempre, pegada a él, o él pegado a ella, estaba Tona.

Tona Vives prometía como jugadora de baloncesto, pero se fue quedando por el camino, como tantas y tantos. Su vida siguió entonces un curso regular, pasó a trabajar en Renfe, se casó en 1983 con Esteve Rubio y tuvo tres hijos: Marc, Ricky y Laia. Y los tres, apenas con el chupete en la boca, ocupaban ya una mano botando el balón de baloncesto. La infancia de Ricky Rubio no se entiende de otra manera: en el coche de un lado para otro, de un partido a otro, Tona y Esteve delante, y el resto de la prole, detrás. Gritos, protestas, zapatillas, balones, sueños… una infancia.

Ricky Rubio descolló pronto, estaba claro que aquel chico era especial, y su madre se convirtió en su guía hacia la madurez, sujetándole en tierra firme cuando lo más fácil era levitar, manteniendo los libros cerca porque nunca se sabe y convirtiéndose en su portavoz cuando la marabunta mediática ya lo rondaba. Era Tona quien hablaba por él.

En 2011 llegó la NBA y el universo de Ricky viró hacia un mundo desconocido, pero que él supo llevar de la manera más sencilla: con humildad. La prole no viajó al completo a Minesota pero Tona si apuraba cada larga estancia para estar con su hijo, que comenzaba a hacerse un nombre en el baloncesto norteamericano. 

El año que todo cambió

No es que todo acabara en 2012, pero fue el año que cambió la vida de Ricky Rubio. El maldito 2012. Y todo empezó por un choque accidental de rodillas: a un lado, la izquierda de Ricky; al otro, la derecha de Kobe Bryant. Después llegaría la ambulancia y el peor diagnóstico, estaba rota. El chico de El Masnou comenzó a quebrarse por allí, pero la peor fractura llegaría poco después, cuando una visita al médico concluyó que Tona padecía cáncer de pulmón

Fueron cuatro años que solo Rubio sabe como vivió, por mucho que todos intentemos imaginarlo o ponernos en su piel. Él jugaba cada partido con la cabeza en la pista y el corazón tan lejos de allí; él llamaba a su madre casi cada día para escuchar un hilillo de voz a tantos miles de kilómetros, sin poder hacer nada. Y él, al final, se situó frente al negro abismo cuatro años después, en 2016, cuando Tona, su otra mitad, murió.

Ricky Rubio pensó entonces en dejar el baloncesto, cayó en una depresión y solo el deporte que tanto ama y el propio recuerdo de su madre lo mantuvo a flote. Ella lo siguió inspirando para abrir una Fundación para ayudar a las personas con cáncer y lo acompañó en cada partido. “Lo sé, mi madre siempre esta ahí apoyándome”, confesó en 2019, campeón del mundo con España y mejor jugador del torneo. Rubio había llegado a la cumbre final.

Este jueves, 4 de enero, Ricky ha puesto fin a su aventura en la NBA. Llevaba ya varios meses apartado de las pistas, priorizando el cuidado de su salud mental, marcando un camino a seguir y aplaudir. Su carta de despedida es una autopista hacia su ‘yo’ más profundo: “El 30 de julio fue una de las noches más duras de mi vida. Mi mente se fue a un lugar oscuro. En cierto modo sabía que iba en esa dirección, pero nunca pensé que no estaba bajo control de la situación. Al día siguiente decidí dejar mi carrera profesional”.

Ricky Rubio volverá ahora a España, para estar cerca de los suyos y seguir cuidándose. No olvidará al balón de baloncesto y posiblemente fiche por algún equipo de la ACB. Tona estará pendiente, muy cerca. Ricky lo sabe. Siempre fue así. Siempre lo será.

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