Opinión de Espido Freire | Todos los nombres

Cada año la atención mediática cambia, cambia cada vez más rápidamente, enloquecida por los intereses particulares y las modas efímeras. Este año ha sido la del fútbol femenino y, como refrescante novedad, el Balón de Oro a Aitana Bonmatí ha recibido una inusitada atención: otra española lo había ganado antes en una racha envidiable. Pero del lodazal en que sumieron a Jenni Hermoso, esta ha sido una de las consecuencias lógicas. Muchas otras acciones veremos, con la leve esperanza de que remedien la vergüenza y el mal hacer: de momento, ahí está ese Balón de Oro.

Más atención significa, por desgracia, más criticas, más ataques, más reacción frente a los cambios. Si logramos evitar la reacción de bochorno propio y ajena, es fácil que bajo las provocaciones se atisbe una transformación que no tolera ni un solo paso atrás. Las quejas que escuchamos son la luz que emana de una estrella ya muerta. La política, por mucho que le cueste reconocerlo, se arrastra tras los hechos consumados en la calle. Y al final, el hartazgo de un tipo concreto y agobiante de masculinidad es un hecho.

Se quejarán quienes viven de quejarse, como ocurre en el mundo literario, donde los mediocres habituales rebuznan que las autoras les segamos la hierba bajo sus pies acostumbrados a toda la atención, a todos los premios, a todas las menciones. Si no supiéramos todos los nombres de los que monetizan su malestar, dado que no pueden rentabilizar su talento, quizás nos engañaran. Pero somos pocos y nos conocemos mucho. Quizás haya llegado el momento de que seamos muchas y nos conozcan un poco.

Mientras tanto, alcen balones, señoras, obtengan méritos, escriban novelas, sean valientes, coherentes y ármense de paciencia. Que ya se ve, allí al fondo, cómo amanece.