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Las seis horas de tormenta perfecta en el valle de Arán y un rescate modélico que evitó una tragedia

Written by on July 8, 2023

En apenas tres años, Vall D’Aran by UTMB se ha convertido en una de las carreras de referencia en el panorama del trail running mundial. El valle es un paraíso de alfombra verde y cascadas al resguardo de sus majestades las montañas, cimas que superan los 2.500 metros. Tan impresionantes, tan amenazantes ellas, dictadoras del tiempo que les viene en gana: no hay predicción exacta en sus dominios.

La tercera edición de esta carrera reúne ya a más de 5.000 atletas en Vielha, epicentro del evento del segundo fin de semana de julio. Todos ellos se reparten básicamente en las tres carreras más simbólicas: los 55 kilómetros de la PDA, los 113 de la CDH y los 164 de la VDA. Para completar cada proeza, los participantes estarán entre 10 y 45 horas desafiando a la montaña, en procesión por las rutas diseñadas por Xavi Pocino, director de la carrera. Fue hace unos años cuando al regreso de Chamonix, cuna de la franquicia UTMB, a Xavi se le ocurrió la clonación en su valle. Y el evento alcanza su cénit en 2023, con récord de participantes y después de 365 días de trabajo sin fin: todo está preparado y hay soluciones previstas para cualquier contratiempo, que los puede haber a docenas. Un último vistazo a las predicciones meteorológicas hablan de lluvia el jueves y sol el fin de semana. Bien.

Tres semanas antes de la prueba, cada corredor apura sus entrenamientos como puede o le permite la conciliación. Antonio Martín aprovecha para inspeccionar la zona in situ y el 17 de junio sale a entrenar por el valle con César Aranguren, amigo, compañero de locuras y que también se pondrá un dorsal en Vall D’Aran. En su caso, para disputar la CDH; en el de Antonio, para la hermana mayor, las 100 millas de la VDA. Con 35 kilómetros de entrenamiento en las piernas, el caprichoso tiempo oscurece el cielo y amenaza tormenta, que llega de inmediato: ambos, expertos en estas lides, saben que hacer, bajar a toda pastilla, perdiendo altura lo antes posible y huyendo de las zonas descubiertas. Todo quedará en una historia para recordar y contar después en la barra del bar, pero queda claro que allí arriba no se juega.

Llega el viernes 7 julio, por la tarde. El día, gris. La PDA ya concluyó unas horas antes y se aproxima la noche del año, con más de 3.000 corredores en la montaña. El grupo de la VDA está fresco, apenas lleva 5 o 6 horas de carrera y quedan unos 140 kilómetros por delante. El de la CDH acumula ya más de 12 horas y ya no hay un solo corredor al que no le duela algo. Más de 200 personas del equipo de Xavi vigilan, en alerta máxima, desde el centro de control, desde la salida, desde cada punto de avituallamiento, allá arriba. Llueve muy fuerte, escampa, llueve… y así toda la tarde, pero no hay electricidad. El cielo respeta a Azara García de los Salmones, ganadora de la CDH, que llega muerta y con otra buena historia que contar. A la cántabra la apodan ‘La Tormenta’.

Antonio Martín acaba de llegar al kilómetro 25, avituallamiento de Artiga de Lin. Llega entre los 75 primeros, calado como todos sus compañeros, que han sufrido una granizada de aúpa en la cima anterior. Cinco horas de carrera, 20.45 h y sale rumbo al próximo pico. “Allí arriba voy”, bromea. ¿El cielo? Negro como la boca de un lobo. Uf.

Y entonces, todo cambia. Los centros de control a mayor altura comienzan a avisar; la situación está cambiando y el móvil de Xavi Pocino vibra como loco. Son los meteorólogos: en la boca sur del túnel de Vielha se acaba de formar una tormenta que avanza sin control hacia Artiga de Lin, y viene acompañada: rayos, truenos, viento y granizo. La cosa comienza a ponerse fea y el director de la carrera vuela directo a aquel punto para evaluar y decidir.

La primera gran decisión se toma en Artiga, entre Xavi y sus directores de carrera y montaña: se neutraliza la VDA. Todos los corredores deben regresar o avanzar sin dilación hacia el punto de control más cercano, donde tendrán prohibido salir. Los voluntarios de la carrera, a más de 2.000 metros, salen de las carpas para intentar controlar la situación, para buscar corredores perdidos, básicamente.

Atrapados en la cima

Y arriba, en el Tuc Dera Escaleta, a 2.468 metros, la tormenta perfecta caza a Antonio. La experiencia es un grado y ya se ha pertrechado como ha podido pero en la cumbre no hay piedad: no se puede poner de pie porque el viento le llevaría al vacío y repta hasta una roca donde se protege junto a otros dos compañeros, a los que da un consejo que vale su peso en oro: en cuanto el aire de tregua hay que bajar como si la vida fuera en ello. Qué quizás. “Se trataba de sobrevivir, nada más. Quedarse allí arriba no era una opción”.

Las ráfagas dan un ligero permiso y se inicia el descenso hacia Artiga. Unos 50 atletas viven su propia odisea cuesta abajo, conscientes también de un problema añadido: los bastones de montaña que portan, de tungsteno la mayoría, les convierte en pararrayos móviles, así que los palos deben viajar a ras de suelo.

Finalmente, todos llegan sanos y salvos al refugio de Artiga, ya abierto para la ocasión. Allí está Xavi, que pide media hora antes de decidir si la carrera se suspende. Nadie quiere volver a subir a ese infierno y la decisión final es ‘sencilla’: aquí se termina la VDA. El protocolo entrenado durante todo el año sirve para esto, para que cada atleta llegue a casa con mucho que contar y nada que padecer.

Pero no hay tregua en el valle y el móvil de Xavi Pocino sigue con batería de sobra para vomitar malas noticias. La tormenta viaja veloz y ha llegado a Colomers: allí está la caravana de la CDH, mucho más desperdigada tras 16 horas de prueba y con la capacidad de resistencia de los atletas al límite. La segunda gran decisión de la noche -prueba suspendida- implica un esfuerzo gigantesco, pues los participantes están repartidos entre cinco avituallamientos separados por decenas de kilómetros. Organización, voluntarios, Mossos, Bomberos, Gendarmes, vecinos de Vielha y el servicio de rescate del GREIM se movilizan para una evacuación modélica. Nada de lo esencial falla.

Seis horas después de que todo se torciera, a las 3 de la mañana, la operación de evacuación y rescate ha terminado sin un solo herido. Cada corredor duerme ya en su apartamento, habitación de hotel o bien tapado entre las mantas puestas a su disposición en el polideportivo de Vielha, abierto de par en par. Xavi duerme una hora en toda la noche,  duermevela de sentimientos encontrados: “Creo que tomamos la decisión correcta”. En Arties, Antonio tampoco ha domido mucho: “Pensé en que no salía de esta. Nunca me vi en una así, pero es que esto es la montaña”.

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