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el campeón con fama de gafe… que no se cansa de ganar

Written by on January 19, 2024

¡Trata de arrancarlo, por Dios, trata de arrancarlo!”. No importa lo que suceda en su carrera, no importa los éxitos que coseche: Carlos Sainz (Madrid, 1962) jamás logrará que esa mítica pero trágica expresión se desligue de su figura por muchos años que pasen. 

Una frase instalada en el imaginario colectivo como epítome de su trayectoria que, sin embargo, no hace justicia a un piloto legendario, a un pionero del volante que introdujo el automovilismo en España cuando apenas tenía afición, y que ahora ha vuelto a hacer historia ganando su cuarto Rally Dakar.

Corría el año 1998, y el entonces copiloto de Sainz, Luis Moya, le pedía desesperado que encontrase la manera de poner de nuevo en marcha su Toyota Corolla. Se encontraban apenas a 500 metros de la meta en el Rally de Gran Bretaña, un frío 24 de noviembre, y ese exiguo medio kilómetro le privó de ganar su tercer Mundial de Rallies (WRC) de la FIA. 

Una de las imágenes más crueles de la historia del deporte español, una broma macabra del destino reservada para un ganador nato que vive desde entonces con la etiqueta de ‘gafado’, con la permanente duda de la mala suerte ensombreciendo sus logros, pero al que parece motivarle especialmente desde entonces seguir ganando contra todo pronóstico. Contra todo y contra todos. Cuanto más difícil el reto, mejor. 

Quizá le pareció al karma algo injusto que el piloto madrileño ampliase un palmarés que, a la postre, quedó corto comparado con su talento. Se coronó campeón del mundo de rallies en dos ocasiones, 1990 y 1992, pero fue subcampeón en otras seis oportunidades y todavía hoy, a pesar del paso de bestias como Sébastien Loeb o su tocayo y compatriota Ogier por el mundial, sigue ostentando récords logrados hace más de dos décadas. 

Es quien más pruebas ha disputado hasta la fecha (196), el segundo con más puntos acumulados (1242), el cuarto con más victorias (26) y el segundo con más podios (97). Nada de ello ha sido nunca, no obstante, suficiente para un ‘Matador’ con una ambición desmedida, a la altura de sus capacidades. Ningún obstáculo, ninguna circunstancia le ha hecho jamás tirar la toalla. Sigue aprendiendo, sigue evolucionando, sigue empeñado en dejar su huella indeleble en las dunas de la historia del automovilismo mundial.

La mala suerte siempre le ha acompañado, como a muchos otros pilotos. Es lo normal en una disciplina donde multitud de factores definen la delgada línea entre el triunfo y la derrota, en la que se pierde mucho más de lo que se gana, pero él la ha convertido en su sello, en su aliada. Lo que le ha diferenciado del resto ha sido su capacidad para crear su propia suerte, para controlar lo incontrolable, para capear el temporal en sus peores momentos y por supuesto para no rendirse jamás. 

Por eso, cuando dejó el Mundial de Rallies, sabía que no existía otro destino posible para él más que el Dakar. Una prueba que le viene como anillo al dedo, en la que el implacable desierto pone a prueba los espíritus más indómitos del planeta y exige una sincronía coche-piloto total y absoluta. Su hábitat natural, sea en Sudamérica (donde ganó en 2010 y 2018) o en Arabia Saudí (2020 y 2024), y sea con la marca que sea (Volkswagen, Peugeot, Mini Cooper, Audi).

En un deporte tan duro como el rally, la catástrofe, el fracaso, la mala fortuna, todos son elementos indisociables que hacen la victoria aún más placentera. En una prueba como el Dakar, la más exigente e inmisericorde de todas ellas, todo puede salir mal. Una avería, un pinchazo, un accidente, la pérdida del rumbo durante la carrera, el clima extremo. Sainz sabe lo que se siente, ha pasado por todo ello y siendo casi siempre líder destacado antes de que el destino le jugase una mala pasada, y por eso sabe combatirlo como nadie.

A sus 61 años, sigue callando la boca de sus mayores rivales y detractores con maestría y desparpajo, con un carisma a la par de su talento al volante. 17 participaciones en el rally más prestigioso del mundo le contemplan, con 42 victorias de etapa (el cuarto histórico), y con esta su cuarta victoria en coches junto a su inseparable Lucas Cruz vuelve a reivindicar su lugar en la historia, empatado con otra leyenda como Ari Vatanen y persiguiendo de cerca a su némesis, Nasser Al-Attiyah.

El ganador nato que más provecho sacó nunca del infortunio y la derrota ha vuelto a saborear las mieles de la victoria, a demostrar una sapiencia incomparable a los mandos de un vehículo (encima, híbrido), a probar que nada ni nadie conoce mejor el carácter imprevisible y caprichoso de los parajes más inhóspitos del planeta. Y lo que queda. Carlos Sainz es una leyenda incombustible que hizo de la mala suerte su mantra para aprende, mejorar y perfeccionar su arte en el Touareg.

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