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Una conspiración contra el Barça

Written by on February 19, 2023

Lo ha denunciado mejor que nadie Joan Laporta en una declaración llena de valentía y honestidad ante los siempre difíciles micrófonos de TV Barça: una mano negra pretende desestabilizar al Fútbol Club Barcelona justo ahora que va primero en la Liga. Estoy de acuerdo con él, pero yo creo que la operación es otra, muy compleja, una operación política perversa y de largo alcance, en la que el club señero de Cataluña no es más que una pobre víctima colateral.

En efecto, el Gobierno de Pedro Sánchez ya no sabe qué hacer para que se deje de hablar de la Ley del ‘Sí es sí’ y está utilizando al Barça para una astuta maniobra de distracción. Puedo figurarme el contubernio. Sánchez, que era del Estudiantes cuando llegó a la Moncloa, se ha hecho futbolero y del Madrid para mantenerse en el poder (¿a alguien le extraña conociendo su trayectoria?). El presidente telefonea a Gabriel Rufián, españolista (del RCD Espanyol), pese a su militancia en pro de la independencia catalana, y juntos promueven una investigación de la fiscalía barcelonesa contra el club azulgrana. Así matan dos pájaros de un tiro: por un lado, se deja de hablar tanto sobre las excarcelaciones de agresores sexuales y, por otro, se alimenta el sueño oculto de Rufián de convertir al Espanyol en el verdadero ejército desarmado de los Països Catalans (atentos, culés). ¿Y qué encuentra la fiscalía en su investigación? Nada grave, claro: el Barça es limpio como un día sin nubes, como un mar sin olas. El fiscal de Barcelona mira y remira papeles y tan solo halla una minucia contable para iniciar la cortina de humo: el insignificante pago de siete millones de euros al vicepresidente de los árbitros, el catalán Enríquez Negreira, a lo largo de varias temporadas. ¿Qué tiene de malo? Seguro que es una práctica habitual y aceptada en el resto de la Europa futbolística. Seguro que el Bayern o el Liverpool pagan cada año un millón de euros a los dirigentes de los árbitros de sus ligas. Por no hablar de los clubes de Arabia Saudita o Catar, que como sabemos ya son también países de nuestro entorno en lo que al balompié se refiere.

El fiscal de Barcelona mira y remira papeles y tan solo halla una minucia contable para iniciar la cortina de humo

Enríquez Negreira recibía por cada informe verbal unos diez mil euros. ¿Qué trabajador autónomo no ha cobrado alguna vez una buena cantidad de dinero por un informe dicho de viva voz?

Yo puedo imaginarme la escena con naturalidad, sin esfuerzo ni sobresaltos. Un trabajador del club —quizás el utillero con mejor memoria para que no se le escapara ninguna palabra al Barça, ningún euro— levantaba el teléfono los lunes, el primer día de entrenamiento, y llamaba a Enríquez Negreira, que declamaba su informe dejando lo importante para el final, el resumen: “En definitiva, que el árbitro que os toca este domingo pesa 77 kilos, disfruta con las películas románticas y practica el piragüismo en verano”. Y con estos detalles de tanto valor —que el utillero transmitía al entrenador o al director deportivo sin omitir una letra— el FC Barcelona preparaba sus partidos. “¿Qué tal la piragua?”, le preguntaba, por ejemplo, el capitán Busquets al árbitro nada más pisar el centro del campo ese domingo. O tal vez: “Te veo en forma. Apuesto a que pesas menos de 77 kilos”. O, qué sé yo, “Qué buena película Pretty Woman, ¿verdad?”. Y, quieras que no, así, el árbitro, quizá mesetario y de natural antibarcelonista, se volvía neutral.

El vicepresidente de los árbitros, señor Enríquez Negreira, cobraba sus informes a través de una sociedad presidida por su hijo, y no él personalmente, pero no para eludir el escándalo, como se dice con malevolencia, sino por puro amor paterno. ¿Quién no ha hecho sacrificios por los hijos aun a costa del propio patrimonio? No sé en vuestra casa, amigos lectores, pero en la mía los adultos de más edad arrimamos el hombro para que los chavales salgan adelante y más aún en estos tiempos de tanto paro juvenil.

El vicepresidente de los árbitros solo cobraba 500.000 euros al año de la Federación Española de Fútbol —me pregunto si llegaba a fin de mes—, y para colmo, no se quedaba un céntimo de lo que recibía del Barcelona, sino que todo se lo donaba generosamente a su hijo. Me figuro al pobre Enríquez en un spa, tras una larga y fatigosa jornada laboral, recibiendo un masaje, mientras piensa con agobio en cómo pagar la factura de la luz y su hijo por ahí, de fiesta, alegre, ajeno a las tribulaciones del progenitor.

Y nada más. Con los hechos así, puestos en negro sobre blanco, todos estaremos de acuerdo en que hay que ser muy retorcido para ver corrupción en la relación contractual entre el Futbol Club Barcelona y el vicepresidente de la organización encargada de los arbitrajes. Pero es que es muy costoso ser más que un club en un país como el nuestro. No lo terminábamos de entender y ahora, por fin, ya lo entendemos. 

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