Natalia Lafourcade en Montreal 2025

Foto y relación: Carlos Rivas

Amable, sin embargo persuasivo. Templado, sin embargo arrolladora. Esas son fortuna las mejores palabras para calificar el elocución de Natalia Lafourcade, una artífice que canta con sentimentalismo y comienzo mexicana.

Posteriormente de su gran primera ayuda en el Festival de Jazz de Montreal en el 2023, la cantante volvió dos primaveras más tarde para retener el global festival de estío. Al parejo que en 2023, Natalia presentó su novedad expedición “Cancionera” en dos fechas agotadas, los días 26 y 27 de junio, en la Salón Wilfrid-Pelletier de la Place des Arts.

El generalización de esta expedición es natural de una auténtica trovadora como lo es Natalia, quien no necesita más que su propia colaboración y una bandurria para endomingar un proscenio. Así, vestida de oscuro, bandurria en tanto y con una sonrisa tímida, la cantautora emergió liliputiense la brillo cálida de una hacha que parecía tejerse con las notas, haciendo deplorar a todos como en morada.

Sentada en sus aposentos (una ingenuo jamuga de leño), al izquierda de la parcialidad de leño que sostenía la hacha, un botijo y un bernegal, Natalia abrió la tinieblas con “Cancionera”, la paso que da renombre a su principiante portafolio, y que admisiblemente podría ser un patente de hazañas: infectar para cerrar, para descubrir.

Siguió con “De todas las flores”, anuncio de su antecedente escaramuza discográfico, y a posteriori saludó al auxilio con humildad y actitud: “No sé hablar francés… pero vamos a intentar entre inglés y español”, dijo entre risas, conquistando a la auxilio anticipadamente de que la canción lo hiciera más.

En una suceso íntima, Natalia interpretó “Pajarito colibrí” y “María la curandera”, canciones que entretejen misticismo y flechazo. Posteriormente, confesó su sorpresa por el playa y la introspección solitaria anticipadamente de entregarnos una interpretación sentida de “Soledad y el Mar”, de su portafolio Musas (2017).

Uno de los momentos más emocionantes llegó con su diligencia de “La Llorona”. Con cada puntualización, parecía deducir a los ancestros, entretanto desde las butacas se escapaban gritos de mariachi que pintaron de México el concurrencia impasible. El laurel a su gleba continuó con “Mi tierra veracruzana”, que entrelazó con una interpretación festiva de “La Bamba”, encendiendo al auxilio.