Lejos de Gaza, los jóvenes palestinos intentan recuperar el equilibrio

Después de que le amputaron ambas piernas después de un bombardeo israelí en Gaza hace un año, la joven Layane Al Nasr no creía que alguna vez podría volver a caminar. Hoy, se alza orgullosa sobre sus extremidades artificiales, pero la ansiedad la está carcomiendo.

La niña de 14 años es una de los más de 2.000 palestinos heridos o enfermos acogidos con sus seres queridos en los Emiratos Árabes Unidos, desde el inicio de la guerra entre Israel y Hamás desencadenada por un ataque del movimiento islamista palestino el 7 de octubre. de 2023 en suelo israelí.

“Cuando llegué me hablaron de las prótesis, ni siquiera sabía que existían”, dice dando algunos pasos, apoyada en muletas.

Con una sonrisa en los labios, cuenta las operaciones, la rehabilitación y la nueva esperanza.

Pero la emoción finalmente la alcanza.

“Lo que me asusta hoy es perder a mis hermanos, a mis hermanas y a mi padre”, que permanecieron en la Franja de Gaza, dijo rompiendo a llorar.

En represalia por el ataque del 7 de octubre que se saldó con la muerte de más de 1.200 personas del lado israelí, según un recuento basado en cifras oficiales, Israel lanzó una ofensiva en Gaza que dejó más de 45.400 muertos y más de 100.000 heridos. según el Ministerio de Salud de Hamás.

“No me importa lo que me pase a mí, lo importante es que a ellos no les pase nada”, repite Layane Al Nasr.

Como ella, la mayoría de los supervivientes están atormentados por los recuerdos de la guerra y el miedo a perder a quienes dejaron atrás.

“Como suspendido”

Palestinos mutilados han llegado a los Emiratos en pequeños grupos durante las evacuaciones humanitarias de los últimos meses.

Se alojan en Emirates Humanitarian City, un complejo residencial puesto a su disposición en Abu Dabi, que incluye servicio de restauración, escuela, mezquita y centro de salud.

“Gracias a las prótesis y a los cuidados brindados, los pacientes han recuperado su autonomía”, afirma el fisioterapeuta Moustafa Ahmed Naji Awad.

Pero lo más difícil de afrontar, admite, es el impacto psicológico.

Faten Abou Khoussa, que vino con su hija Qamar, de 10 años, puede dar fe de ello.

La niña, que fue bombardeada mientras iba a comprar una bolsa de patatas fritas a Gaza, perdió una pierna.

Aunque Qamar ha recuperado parte de su alegría de vivir, su madre dice que “sigue siendo muy difícil, ella, que nada amaba tanto como jugar en su scooter”.

Y “se siente sola sin sus hermanos y hermanas”, refugiados en Egipto.

Separada de algunos de sus hijos, a quienes cría sola desde la muerte de su marido, Faten Abou Khoussa intenta desesperadamente traerlos a los Emiratos. Mientras tanto, se siente “como suspendida”, incapaz de proyectarse hacia el futuro.

Las autoridades emiratíes dicen que a estos palestinos se les pedirá que regresen a sus hogares cuando las condiciones lo permitan.

Ahmad Mazen, de 15 años, venía con su madre para reunirse con su padre y su hermano después de que le colocaran una prótesis tibial. Pero poco después de su llegada, se enteró de que habían muerto en un bombardeo.

Su único consuelo: el fútbol, ​​su pasión, que poco a poco va volviendo a practicar, y esa “sensación indescriptible” de poder volver a patear un balón.