¿Las promesas de Kamala como las de Obama?

Kamala Harris espera hacer historia como la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Lo vimos en el Congreso Demócrata. Su contagioso entusiasmo y determinación dieron nueva vida a una campaña demócrata que se hundía.

Está aprovechando la repentina –e inesperada– ola de popularidad que siguió a su reemplazo de Joe Biden como candidato presidencial.

En lo que respecta a la política exterior, es, como dirían los americanos, negocio como siempre. Prometió apoyar a la OTAN, Ucrania y “resistir la agresión de Putin”. Esto es evidente.

A pesar de días de protestas, a los palestinos no se les concedió permiso para dirigirse a la convención como lo solicitaron. Harris recitó la fórmula esperada: traer de vuelta a los rehenes, poner fin a la guerra de una manera que garantice la seguridad de Israel y permitir que el pueblo palestino haga realidad su derecho a la autodeterminación. ¡Bla, bla, bla!

¡Tengan la seguridad de que Israel y Palestina no corren peligro de alcanzar la paz!

Barack Obama y la fuerza de las cosas

Incluso con las mejores intenciones del mundo, no se puede gobernar el Imperio dominante –pero en decadencia– de nuestro tiempo sin recurrir a medios moralmente reprobables que, a menudo, contradicen las propias convicciones.

Mire el caso de Barack Obama. En mi opinión, el presidente americano más respetable y admirable de las últimas décadas. Esto se debe a que la libertad de acción de un presidente estadounidense está limitada por restricciones institucionales y políticas.

Durante su campaña electoral de 2008, el joven y dinámico candidato presidencial negro prometió nada menos que cambiar el mundo si era elegido. De hecho, el mundo y Estados Unidos han cambiado. Para peor. Pero no es su culpa.

Obama, que prometió poner fin a las políticas belicosas de Bush, se vio obligado por la fuerza de las circunstancias a continuarlas e incluso amplificarlas. Había prometido retirar las tropas estadounidenses de Afganistán en 2011. Cedió ante sus generales y, en cambio, envió allí 30.000 soldados más. Fue Biden quien finalmente los retiró en 2021.

El campo de concentración estadounidense de Guantánamo en Cuba sigue en funcionamiento, aunque Obama había proclamado que una de sus prioridades era cerrarlo. Obama no tuvo el coraje de tomar medidas enérgicas contra su predecesor George Bush y sus secuaces, Dick Cheney y Donald Rumsfeld, que merecían prisión y un juicio ante la Corte Internacional de La Haya. Criminales de guerra estadounidenses expuestos en documentos filtrados wikileaks nunca fueron procesados.

Desafiando el derecho internacional, ha autorizado ataques con aviones no tripulados fuera de zonas de guerra para eliminar a personas consideradas amenazas a Estados Unidos. Estos ataques aéreos han eliminado a cientos de supuestos enemigos de Estados Unidos, pero también a más civiles inocentes en Pakistán y en otras partes del mundo. Los “sospechosos” muertos en estos ataques nunca habían sido acusados ​​de nada ante ningún tribunal. Se trataba de ejecuciones pura y simplemente extrajudiciales.

Obama y Netanyahu

En Oriente Medio, Obama había prometido un nuevo comienzo para el mundo árabe-musulmán en su discurso de El Cairo de 2009. Sin embargo, tuvo que tener en cuenta la presión de grupos proisraelíes como el Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (AIPAC). Estaba comprometido a detener la expansión de las colonias judías en Cisjordania y Jerusalén Este: Netanyahu lo llamó al orden, invitado este año por los republicanos a hablar ante el Congreso.

Dicho esto, a pesar de todo, los demócratas y su candidata Kamala Harris deben estar de regreso en la Casa Blanca. De lo contrario, viviremos un apocalipsis trumpiano.