La mafia y los métodos sectarios de la izquierda radical
Escrito por rasco el septiembre 17, 2024
Sería un error creer que la izquierda radical avanza en el espacio público respetando las reglas del debate público, es decir, presentando argumentos y luego nuevos argumentos cuando los contradecimos.
La izquierda radical opera más a través de la intimidación ideológica y quiere descalificar a sus oponentes maldiciéndolos y transformándolos en demonios.
Su método es simple: tan pronto como se encuentra frente a un contradictor que no se contenta con responderle en los márgenes y que rechaza la base de su discurso, la izquierda radical lo demoniza, para hacerlo irrelevante y empujar a todos a manténgase alejado de él para no contaminarse; en otras palabras, se trata de convertir lo irreflexivo en radiactivo.
Lo hace poniendo una serie de etiquetas absolutamente odiosas a cualquiera que tenga el descaro de pensar mal. Por tanto, quiere prohibir moralmente las ideas que condena y convencer a todos de que el precio a pagar por adoptar ciertas ideas es demasiado alto.
¿Critica usted la inmigración masiva? Se le acusará de racismo.
¿Está criticando el concepto de racismo sistémico o el de “perfiles raciales”? También te acusarán de racismo.
¿Critica al Islam o al islamismo, o observa las dificultades de integrar a las poblaciones musulmanas de origen inmigrante? Se le acusará de islamofobia.
Critica la teoría de género y afirma que no basta con llamarse hombre cuando es mujer y mujer cuando es hombre para “cambiar de género” o “cambiar de sexo”: se le acusará de transfobia.
¿Criticas las leyes de censura? Se le acusará de promover desinformación y discursos de odio.
Etcétera.
Lo volvimos a ver esta semana con el tratamiento reservado a Elon Musk. Cuestionado al respecto, un “experto” de la UQAM lo caracterizó de la manera más atroz. Cito al experto para que no me acusen de exagerar. Presenta así a Musk como “un multimillonario neonazi, transfóbico, misógino y racista”.
Podríamos reírnos de ello porque es muy estúpido. Pero tal afirmación es a la vez idiota y reveladora, porque corresponde al deseo, común en la izquierda, de deshumanizar completamente a sus oponentes. No se le concede ninguna parte de la humanidad.
Por lo tanto, aquí se acusa a Musk de perseguir ideológicamente un régimen que fue culpable del Holocausto, de odiar a las mujeres y de ser hostil a los “no blancos” (en cuanto a la transfobia, nunca entendí realmente a qué se refería). ¡Nada menos!
Aún más divertido: esta acusación se encuentra en un artículo que supuestamente denuncia el odio en Internet, y el experto citado aquí no se da cuenta de que se está comportando de la manera más odiosa posible.
Observo que estas acusaciones ya no son simplemente mediáticas o políticas: hoy tienen una traducción jurídica y podemos acabar ante los tribunales por “comentarios de odio”.
El régimen diverso produce nuevos parias, nuevos disidentes (los disidentes del mundo occidental, por así decirlo).
Pueden encontrarse detrás de los tribunales, o sujetos a una prohibición bancaria, condenados al destierro digital o también a la pena de muerte social: según el país, este sistema represivo está más o menos avanzado legalmente.
El régimen de la diversidad, del que la izquierda radical es vanguardia, es un régimen ideocrático basado en una revelación cuasi religiosa, y quienes lo portan y mantienen no toleran que no nos reconozcamos en él.
Tocamos aquí lo esencial. La izquierda radical, cuando odia, cree que da testimonio de su gran humanidad, cree que encarna el bien que se opone al mal.
También lo vemos cuando algunos de los activistas más destacados de esta izquierda radical practican un acoso desinhibido, llevado a cabo con insultos y mentiras, contra las figuras públicas contra las que luchan –y no pueden evitar asimilarse a la “extrema derecha”, sin jamás definirlo- es que serían intelectualmente incapaces de ello, incluso cuando estén cargados de diplomas.
Mienten, vuelven a mentir, insultan, vuelven a insultar.
Desde ese punto de vista, con esta izquierda, no sirve de nada debatir.
En lugar de ello, debemos dejarla practicar su comportamiento sectario, mientras la ridiculiza, aunque ella misma lo hace muy bien.
También debemos retirar fondos a las asociaciones de activistas que promueven este discurso con fondos públicos. El Estado no tiene que financiar a los activistas ideológicos con fondos públicos.
Por último, debemos abolir las leyes de censura con las que pretende marcar legalmente a sus oponentes.
En otras palabras, debemos restaurar las condiciones para la libertad de expresión.
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