El Barça de la vergüenza

La deuda del FC Barcelona asciende a unos 2.000 millones, y sigue creciendo. Desde que Joan Laporta fue reelegido presidente, los nuevos fichajes se han financiado vendiendo patrimonio en forma de derechos audiovisuales y digitales, es decir, renunciando a ingresos futuros. El club está a punto de cerrar una financiación de la mano de Goldman Sachs por valor de 1.500 millones, con lo que podrá remodelar su envejecido estadio, pero es solo cuestión de tiempo que sea rescatado y privatizado, con lo que dejará de ser de los socios. 

Con el escándalo Negreira, el desastre puede transformarse en catástrofe. Si las acusaciones que ha presentado la Fiscalía se demuestran, no solo los expresidentes Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu podrían acabar en la cárcel por corrupción, administración desleal y falsedad documental, sino que las consecuencias para el propio club serían letales. Además de verse privado de jugar en Europa por haber infringido la normativa de la UEFA, el castigo podría ser el descenso a segunda división.

Ya hace más de un mes desde que se conocieran las primeras informaciones, y Laporta sigue sin dar las prometidas explicaciones, más allá de un tuit refugiándose en el victimismo. Simon Kuper en La complejidad del Barça: el ascenso y la caída del club que construyó el futbol moderno explica la historia de un club que no supo sacar provecho de la época dorada que vivió entre 1992 y 2015, y que cayó en la autocomplacencia y el supremacismo. 

El exceso de autoelogio -cuántas veces no escuchamos eso de que era “el mejor club del mundo”-, lo debilitó, y la llegada de la pandemia lo encontró muy mal preparado. Para el experto Francesc Trillas, el problema se encuentra en “la falta de asunción de responsabilidades, el no querer tomar decisiones difíciles de explicar, en creer que la ilusión lo arregla todo, denigrar a quien señala los defectos, y la falta de talento en la gestión“.

Con el caso Negreira, el Barça se sumerge en una crisis reputacional de consecuencias incalculables. Obviamente, su imagen nacional e internacional queda hecha trizas, porque la compra de arbitrajes destruye el fútbol. A nivel interno, el desconcierto y desánimo se apodera de los socios, pues revela la frivolidad y la falta de profesionalidad con la que el club ha sido gestionado, con su reiterado consentimiento. 

Es increíble que la masa social que reeligió a Laporta pudiera confiar nuevamente en quien ya dejó arruinado al club en su paso por la presidencia para afrontar una situación aún más crítica, y que ganara con promesas populistas como el retorno de Messi. El amor por el Barça y las circunstancias sociopolíticas en España lo transformaron para muchos en algo “más que un club”, pero hoy es el club de la vergüenza, con un futuro muy negro.