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celebración y huida del Barça, protestas contra la directiva…

Written by on May 15, 2023

El Barça se proclamó este domingo campeón de Liga en el estadio de su mayor rival en Barcelona, el Espanyol, que además se encuentra en una situación muy delicada respecto al descenso. Sin embargo, nada de eso justifica lo sucedido después, un auténtico bochorno que empaña la buena imagen del fútbol español en el mundo y la de un club histórico.

Para entender lo sucedido, basta con reconstruir la situación desde el principio, incluso antes de que se jugase el encuentro. Durante toda la semana, la afición culé alimentada por las redes sociales del propio club estuvo fantaseando con la idea de recibir un pasillo de campeón en Cornellà si pinchaban Madrid y Atleti, para después rematar la faena y empujar al Espanyol aún más al borde del precipicio del descenso.

Una insinuación que no sentó nada bien a los pericos, como Darder ya ejemplificó en la previa, reconociendo que no harían pasillo ni nada parecido. El Atleti sí perdió contra el Elche, pero el Real Madrid ganó en casa al Getafe, por lo que el alirón tuvo que posponerse a la noche barcelonesa en el RCDE Stadium y no se produjo el dichoso pasillo.

Aun así, el ambiente ya llegó más caldeado de lo habitual, incluso para un derbi catalán. El partido estaba, de hecho, declarado de alto riesgo, lo que agrava la inoperancia inicial de la seguridad en el estadio. El Espanyol, además, tomó otra medida que dejaba a las claras el recibimiento que le esperaba al Barça, porque replicó las medidas de sus vecinos en la ciudad condal y prohibió cualquier símbolo culé en las gradas.

Una vez se escuchó el pitido inicial, todo parecía quedar reducido a un mero partido de fútbol, pero en la grada ya se barruntaba la subversión que se avecinaba. Además, aunque no sea culpa de los jugadores, la goleada con el 0-4 al minuto 70 terminó de desquiciar al respetable perico, y especialmente a los energúmenos que invadieron la cancha.

Cuando finalizó el encuentro, los jugadores y cuerpo técnico culés se abrazaron y saltaron juntos en el centro del campo, haciendo el clásico corro mientras giraban y gritaban. Xavi Hernández, el más avispado, no se unió a la fiesta y de hecho les pidió a los suyos que se retirasen a vestuarios. Como reconoció en rueda de prensa, no era lo más respetuoso para el rival quedarse allí celebrando. Ni respetuoso, ni inteligente viendo lo visto.

Además, según señalan los implicados, tanto el Barça como el Espanyol habían llegado a un acuerdo para que los culés no celebrasen el título en caso de conseguirlo delante de toda la familia perica. Era lo más respetuoso y lo más seguro para todos. Pero el famoso seny del que presumen en Can Barça se les olvidó momentáneamente, porque deshicieron unilateralmente el pacto para celebrar en el césped.

Así las cosas, lo que era todo alegría de repente pasó a ser confusión. Decenas, cientos de aficionados radicales del Espanyol sortearon el escaso cinturón de seguridad que les mantenía en la grada, y se lanzaron al césped a crear el caos y a cazar a los futbolistas del Barça. Todo para impedir la celebración, humillante a sus ojos, del campeón en el campo de un equipo que sueña con no descender.

Los jugadores huyeron a refugiarse en el túnel de vestuarios, cubierto por los Mossos y la seguridad españolista. Aun así, algún impresentable logró colarse hasta allí, e incluso forzó a Busquets o Araújo a encararse con ellos, como captaron las pocas televisiones allí presentes. Afortunadamente, allí ya la seguridad se impuso y los jugadores pudieron ir a su vestuario a seguir con el festejo.

Sin embargo, la cosa no se quedó ahí. Los hinchas espanyolistas vieron una oportunidad pintiparada para seguir campando a sus anchas por el césped del RCDE Stadium, pero esta vez el objetivo de la segunda invasión no fue el Barça. Cientos de pericos, los ultras y más radicales, se dirigieron hacia la tribuna, y al grito de “¡Directiva, dimisión!”, exigieron a Chen Yansheng, dueño chino del club a través de Rastar Group, que abandone la entidad.

Por suerte, la Policía tomó el control de la situación y no hubo que lamentar daños personales, aunque sí materiales, porque los vándalos sí que se dedicaron a derribar cámaras de televisión y otros enseres de mucho valor económico. Todo ello, además, con la cara descubierta, por lo que las consecuencias serán terribles para ellos. Después, al menos, no hubo más incidentes en los aledaños del estadio, ni en Canaletas, donde se reunió como siempre la afición azulgrana para celebrar el título.

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