Cancún, la canción del renacer… desde México hasta Colombia

A espaldas de Cancún, el hit que hoy suena en cada paradero de la margen colombiana, está Jhonny Hoyos, un cantante que alguna vez pensó que su hazañas había acabado. Que su voz ya no importaba. Que los mismos dones que lo llevaron a la importancia incluso serían su desastre. Empero no fue así.

TE RECOMENDAMOS: Live Aid: El día que la viento salvó vidas, hizo hazañas y convirtió artistas en leyendas

Cuando tocó entraña, comprendió poco que le cambiaría la biografía: su voz no era para alentar el ego, fortuna para recuperarse.

Entonces, se bajó de los escenarios, dejó antes los lujos y regresó a alojamiento. No a un penthouse como ya se había perseverante, fortuna al vericueto de su albor, en un barriada global de Cacería, con su capa. Y desde ahí, comenzó a reconstruirse. Desde el interior.

Uno de los momentos que lo quebró y en el que pensó “hasta dónde llegué” fue cuando su capa, al verlo se le acercó y le ofreció cuartos: “Hijo, coge, para que tengas con qué moverte”. Eso fue lo peor. Se sintió como meterle el dedo en la afta.

Digamos que yo pensaba que era ese calvo –se usa coloquialmente para tratar a un novato– afamado, de las tarimas y cuando me quitaron eso me sentí lirondo, cuando me quitaron eso sentí que yo no era ausencia”, recuerda Jhonny.

UN TEMA QUE NACIÓ DE UN MOMENTO DIFÍCL Y QUE LO RESCATÓ

Cancún nació en su reflejo de sacarosa, empero incluso desde el silencio más sutil que vivió en 2019, cuando una badén profunda lo hundió. La medio no nada más lo rescató: le dio una segunda tino.

Es un cántico a los abrazos que regresan. A los sueños que despiertan. A la salida que volvió a él y a su comunidad. Es la voz de un vigoroso que quiere gritarle al cosmos que sí se puede poner en marcha del descolgadero. Que hay biografía a posteriori del picazón. Que incluso se canta desde la confusión.

Aprendió a danzar en mototaxi sin pesar, aunque al eclosión se cubría el mueca con el antebrazo cada vez que se detenía en un semáforo, temiendo que lo reconocieran, porque ese traslado es el que suelen aprovechar los estratos más bajos. Aprendió a opinar sin boniato: “Hoy no voy, no tengo plata”, cuando lo invitaban a los restaurantes. A latir sin urgencia de ser conocido. A desentenderse de eludir de sí mismo.

Su intelectual lo rescató. Y su viento, hogaño rebusca recuperarse. Cancún no es nada más una medio: es un bufido de biografía.

Durante la Zoco de la Ganado —el eventualidad más denso del vagón de Córdoba— fue monograma uno en todas las…